La ablación del clítoris, el calvario de millones de niñas

Hacia 2030 se proyecta la erradicación de la mutilación genital femenina, una de las prioridades enmarcadas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible

Stop mutilación genital femenina

La mutilación genital femenina tiene un impacto físico y psicológico devastador

Por Ignacio Torres – “Estamos corriendo por algo que vale la pena”. Esas fueron las palabras desesperadas de Nice Leng’ete a su hermana mayor, cuando a los 8 años huía de su propia ceremonia de ablación o mutilación genital femenina organizada por la tribu masái, de Kenia. Aquella vez, ambas niñas se escondieron toda la noche bajo un árbol.

La segunda vez que arrancaron, las golpearon y prometieron que nunca más lo harían. La tercera vez, Nice logró escapar sola y cuando volvió su abuelo le pidió que explicara los motivos para no querer someterse al rito, que supone el paso a la adultez y convierte a las niñas en mujeres dignas de ser elegibles como esposas. “Nunca volveré, aunque eso signifique vivir en la calle”, le dijo, entonces, Nice. El anciano, una de las voces respetadas de la tribu, terminó por aceptar la decisión de su nieta.

Hoy Nice, de 27 años, es una activista contra la mutilación genital femenina (MGF), que promueve los ritos de iniciación alternativos (eliminando la mutilación, pero manteniendo la tradición de la fiesta y celebración). “La mutilación genital es la raíz del analfabetismo femenino y de los matrimonios precoces”, enfatiza la joven que ha contribuido a salvar a más de 10.000 niñas de la ablación.

Día Internacional de concienciación

Actualmente, hay más de 200 millones de mujeres y niñas que han sufrido la MGF en los 30 países de África, Oriente Medio y Asia, donde se concentra esta práctica, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Unicef. Así, año tras año, tres millones de niñas corren el riesgo de que sus genitales sean mutilados, costumbre ancestral considerada por la Organización de Naciones Unidas (ONU) como una violación a los derechos humanos.

Este 6 de febrero es el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina y se considera como una prioridad de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) erradicar esta práctica hacia 2030, año fijado —entre otros— para terminar con la desigualdad de género.

Desde hace varias décadas, la MGF forma parte de la agenda político-social de una serie de organismos internacionales que buscan su prohibición absoluta. Para ello, las medidas se han encaminado a instar la revisión de ordenamientos legislativos y a exigir un mayor escrutinio público de esta brutal tradición, que puede tener como consecuencias la muerte de la niña y un impacto físico y psicológico devastador si sobrevive.

El trabajo no ha sido en vano, aunque falta todavía por hacer. En Kenia y Tanzania, las niñas entre 15 y 19 años tienen tres veces menos de probabilidades de sufrir la ablación que sus madres a la misma edad. En Liberia, el gobierno se ha comprometido a prohibir esta práctica durante un año. En Sudán, líderes religiosos han manifestado que la MGF no está relacionada con la fe islámica, y cada vez más hombres —de países donde se realiza esta práctica— están en contra.

Violencia contra la mujer

No a la mutilación genital femenina

El “corte” de la parte externa del clítoris total o parcial, y lo de los labios menores o el estrechamiento de la misma (infibulación) las deja imposibilitadas para el placer sexual y les genera hemorragias graves, lesiones en tejidos genitales, fiebres, problemas urinarios, infecciones como tétano, quistes y dificultades en el parto, entre otro tipo de complicaciones de salud. A largo plazo, la mujer puede sufrir algún tipo de trastorno psicológico (depresión, ansiedad, baja autoestima, trastorno de estrés postraumático.

Es por estas consecuencias físicas y psicológicas, que la ablación se convierte en toda regla en violencia y tortura hacia mujeres y niñas, tal como lo plantea Amnistía Internacional, y en un atropello a los derechos humanos y la igualdad de género. Por ello, es imperativo, que los gobiernos continúen tomando cartas en el asunto, con un compromiso real encaminado al diálogo y la acción.

A la sociedad, por su parte, se le debe mostrar la crudeza de una realidad que cada año viven millones de niñas en el mundo y también enseñar que no es una práctica limitada a África, sino extendida a Medio Oriente y Asia, e incluso a inmigrantes en España, Estados Unidos, Canadá y la población indígena Embera Chamí, en Colombia. Aunque esta última, ya comprometió esfuerzos para abolir de una vez por todas la mutilación genital entre las mujeres de su comunidad.