Revisión del marco de prohibición de drogas de la ONU

Al revisar el caso por el “fracaso” del marco de prohibición de drogas de la ONU, muchos grupos repiten algunos de los errores lógicos clásicos del movimiento de reforma de drogas.


Los acontecimientos recientes en la Comisión de Naciones Unidas sobre estupefacientes supusieron una oportunidad para muchos grupos de control de drogas, incluyendo el artículo reciente de Wood et al. (2009) en el Lancet, para propugnar la superioridad de ciertas recomendaciones de políticas favorecidas que se establecen de manera científica. La realidad es que nuestra capacidad como científicos para predecir en qué manera los cambios de políticas afectarán a los mercados de drogas, el consumo de drogas, y problemas relacionados es bastante limitado. Además, la mayoría de las políticas alternativas generan resultados inconmensurables (por ej. más dependencia pero menos delitos), y al decidir si estos compromisos son favorables o no en conjunto supone inevitablemente juicios de valor, y no sólo de ciencia desapasionada (MacCoun & Reuter, 2001; Reuter & Caulkins, 1997).

Al revisar el caso del “fracaso” del marco de prohibición de drogas de la ONU, muchos de estos grupos repiten algunos de los errores lógicos clásicos del movimiento de reforma de drogas. Sí, el encarcelamiento racialmente desproporcionado de los infractores de la ley de drogas en Estados Unidos es un problema serio que contribuye a la tensión racial (Sabet, 2005), pero compararlo con los índices del consumo de drogas es una pista falsa ya que incluso en EE.UU. no encerramos a mucha gente en la cárcel sólo por consumir drogas.

Caulkins y Sevingy (2005) encontraron que la mayoría de esos encarcelados condenados por posesión de drogas admiten con facilidad haber intervenido en la distribución. De hecho, el riesgo de encarcelamiento únicamente por el consumo de drogas es bastante bajo. Para las “drogas caras” (cocaína, heroína, y metanfetamina), supone alrededor de un día y medio en prisión por cada año de consumición. Por marihuana, es alrededor de una hora en prisión por año de consumición si el encarcelamiento completo por consumo de polidrogas que incluyan a la marihuana se atribuye completamente a la marihuana, y sólo de 30 minutos si se atribuye a otra droga. Aunque muchos de los varios cientos de miles de personas al año que son arrestados por simple posesión eran únicamente consumidores, éstos no suelen ser encarcelados a menos que exista otro tipo de infracción.

Asimismo, es falso decir que los datos sugieren una asociación entre la prohibición y mucho de nada ya que, fundamentalmente, todos los países prohíben todas las principales drogas ilegales que supongan problemas serios en EE.UU. y han actuado del mismo modo durante muchos años. En contraste, hay una variación considerable por todo el mundo, entre y dentro de los estados de EE.UU., y con el tiempo en la forma en que la prohibición se pone en práctica. Así pues, una afirmación correcta de modo plausible es que hay una asociación o correlación entre la forma de poner en marcha la prohibición y ciertos resultados.

Por lo tanto, las conclusiones que uno puede extraer de la evidencia deben pertenecer necesariamente a la mayor o menor efectividad de las diferentes formas de poner en práctica una prohibición, y no a si la prohibición en sí misma ha sido cumplida como una política mejor o peor que alguna alternativa. Incluso cuando lo dice un científico, no es la ciencia la que dice que “la prueba irrefutable” muestra que el marco de la ONU no ha sido efectivo y ha causado daños. Con las acciones de un cuerpo global tenemos un conjunto de datos de una – sólo una tierra. Además, han pasado más de 20 años desde que hubiese una variación importante en el marco de la ONU, y muchos más desde la última vez que hubo una diferencia sustancial.

La realidad es que nadie conoce la parte contrafactual; nadie sabe de qué modo los problemas de drogas y los problemas asociados habrían desaparecido bajo un plan de la ONU sustancialmente distinto. Estamos de acuerdo en que es completamente plausible que otros marcos podrían haberlo hecho mejor o diferente. Pero los científicos no deberían confundir la opinión informada y el juicio experto con la evidencia que reúne los principios científicos habituales. Nosotros los científicos hacemos un flaco servicio a nuestra profesión y a las áreas políticas a las que queremos informar cuando hacemos que la distinción aparezca borrosa.

La famosa frase de Bill Clinton con respecto al bienestar decía “arréglalo, no lo des por terminado”. Personalmente preferimos que exista un acercamiento de este tipo hacia la prohibición. Algunas personas pueden preferir ese acercamiento para terminar con la prohibición. Eso está bien. Las diferentes personas tienen derecho a tener opiniones diferentes. Pero todos tenemos que entender que estas posiciones son sólo opiniones, puede que opiniones bien informadas, pero opiniones al fin y al cabo, y no hallazgos científicos.  

Jonathan Caulkins, PhD
Carnegie Mellon University’s Heinz School of Public Policy RAND Drug Policy Research Center

Kevin A. Sabet, PhD
Senior Drug Policy Adviser to Governments & Non-Governmental Organizations

Referencias

  • Caulkins, J., and Sevigny, E. (2005). How many people does the U.S.imprison for drug use, and who are they? Contemporary Drug Problems, 32, 3, 405-428.
  • MacCoun, R., and Reuter, P. (2001). Drug war heresies: Learning from other vices, times, and places. Cambridge University Press.
  • Reuter, P., and Caulkins, J. (1995). Redefining the goals of drug policy: Report of a working group. American Journal of Public Health, 85, 1059–1063.
  • Sabet, K. (2005). Making it happen: The case for compromise in the federal cocaine law debate. Journal of Social Policy and Administration, 39, 2, 181-191.
  • Wood, E., Werb, D., Marshall B.D.L., Montaner, J.S.G, and Kerr, T. (2009). The War on Drugs: A Devastating Public-Policy Disaster. 373, 989-990.